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Capítulo 41
Los libros están aquí abajo, conmigo. Son bonitos, magníficamente encuadernados en tonos diferentes. Jamás me separaría de ellos: Madame Bovary, por supuesto, el que me abrió la puerta al mundo hechicero de la lectura; Las flores del mal, lo leo de vez en cuando. Me deleito leyendo uno o dos poemas y dejo otros para más tarde, como si fueran una golosina que se mordisquea si llega el caso. Eso es lo más fascinante de los poemas en comparación con las novelas. Los poemas del señor Baudelaire rebosan imágenes, sonidos y colores. Son extraños, obsesivos y a veces perturbadores. ¿Le habrían gustado? Creo que sí. Juegan con los nervios, con los sentidos. Mi preferido es «El frasco», en él los olores contienen recuerdos y el perfume resucita el pasado. Sé que el aroma de las rosas me recordará siempre a Alexandrine y a la baronesa de Vresse; el agua de colonia y el talco a usted, amor mío; la leche caliente y la miel, pues a Baptiste; la hierba luisa y la lavanda a mamá Odette. Si usted hubiera estado aquí, le habría leído ese poema una y otra vez. Frecuentemente, la lectura de un libro me arrastra hacia otro. ¿Conoció semejante experiencia? Estoy segura. La descubrí muy pronto. El señor Zamaretti me permitía fisgonear entre los estantes. Incluso alguna vez subí a la escalera para llegar a las baldas más altas. ¿Sabe, Armand?, me animaba un hambre nueva; algunos días, era realmente voraz. La necesidad de leer se apoderaba de mí y ejercía su deliciosa y embriagadora influencia. Cuanto más leía, más hambre tenía. Cada obra era rica en promesas, cada página que pasaba era una aventura, la atracción de otro mundo. ¿Y qué leía?, se preguntará. Charles Baudelaire me guio hasta un autor, creo que americano, un tal Edgar Allan Poe. El hecho de que el propio Baudelaire hubiese traducido sus relatos otorgaba al caso un encanto añadido. Cuando, el año pasado, murió mi poeta favorito, leí que lo habían enterrado en nuestro cementerio familiar, en Montparnasse. El lugar del descanso eterno de Charles Baudelaire solo está a unas calles de usted, de Baptiste y de mamá Odette. La última temporada, me sentía demasiado cansada para recorrer todo el camino hasta allí; sin embargo, la última vez que fui, pasé por su tumba. Había una carta encima de la sepultura. Había llovido y la tinta se había extendido por el papel como una gran flor negra. En las historias del señor Poe, encuentro los mismos temas poderosos y obsesivos del señor Baudelaire, que me emocionan profundamente. Llegué a comprender con una claridad sorprendente por qué el poeta había decidido traducir sus obras. Ofrecen la misma perspectiva, la misma visión de las cosas. Sí, son macabras, llenas de misterio, el fruto de una imaginación exuberante. ¿Le dejan perplejo los gustos literarios de su querida Rose? El relato que más me gusta es El hundimiento de la casa Usher. Se desarrolla en una siniestra casa solariega cubierta de hiedra que domina un estanque oscuro y silencioso. Al narrador lo llama un viejo amigo que padece una enfermedad sin nombre y necesita su ayuda. Únicamente puedo describirle la emoción que me transportó cuando lo leí por primera vez. Un escalofrío me recorrió el espinazo. Qué ambiente maléfico, de miedo, en el que las fuerzas de otro mundo abren el paso a una condena. De vez en cuando, tenía que detenerme para recuperar el aliento, incluso llegué a sentir que no podría continuar con la lectura, que me vencería. Me quedaba sin respiración. Aunque, rápidamente, volvía a sumergirme en las páginas, nada ni nadie habría podido apartarme del abominable secreto de Roderick Usher, de la aparición espectral de Madeline con el vestido manchado de sangre ni del hundimiento de la casa en el estanque. El señor Poe es un maestro del misterio.
Date: 2015-12-13; view: 384; Нарушение авторских прав |