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Capítulo 9
Gilbert se ha marchado y supongo que no volverá hasta mañana temprano. A veces, aparece al anochecer, para asegurarse de que todo marcha bien. Se han reanudado los ruidos inquietantes y escribo estas líneas en el cobijo que me ha preparado, en la bodega de la tienda de Alexandrine, a la que accedo a través de la puerta secreta que une nuestra despensa con la tienda. Se está sorprendentemente bien, es más confortable de lo que imaginaría. Al principio, tenía miedo de ahogarme, porque no hay ventanas, pero me acostumbré rápidamente. Gilbert me construyó una cama improvisada, más bien cómoda, con el colchón de plumas que antes estaba en la habitación de Violette y un montón de mantas de lana muy calientes. Aquí, las sacudidas y los golpes me llegan amortiguados, me asustan menos. Sin embargo, parece que se acercan día a día. Según Gilbert, han empezado por la calle Sainte‑Marthe y el pasadizo Saint‑Benoít, por donde paseaba con mi hermano y usted jugó de niño. En ese preciso lugar es donde los picos han iniciado su siniestro trabajo. Aunque no lo he visto, puedo imaginar con facilidad los estragos. Han destruido el barrio de su infancia. ¡Ay, mi querido amor! Ha desaparecido el pintoresco café por donde pasaba todas las mañanas. Ha desaparecido el pasadizo sinuoso que conducía a la calle Saint‑Benoít, el callejón oscuro y húmedo con los adoquines desiguales donde un gracioso gato atigrado jugueteaba. Han desaparecido los geranios de color rosa de las ventanas, los niños alegres que corrían por la calle. Todo ha desaparecido. En los recovecos de nuestro hogar, me siento resguardada. La llama vacilante de la vela proyecta grandes sombras en las paredes polvorientas que me rodean. A veces, se cuela un ratón. Aquí escondida, pierdo la noción del tiempo. La casa me acoge en su abrazo protector. Habitualmente, espero a que se atenúen los golpes. Luego, cuando todo se queda en silencio, salgo discretamente para estirar las piernas entumecidas. Amor mío, ¿cómo podría abandonar esta casa? Esta casa alta y cuadrada. Cada habitación tiene una historia que contar. Transcribir la historia de este lugar en una hoja de papel se ha convertido en una tarea tremenda, irreprimible. Quiero escribir para que no nos olviden. Sí, a nosotros, a los Bazelet de la calle Childebert. Nosotros vivimos aquí y, pese a las trampas que la suerte nos ha deparado, hemos sido felices en esta casa. Y nadie, escúcheme bien, nadie podrá quitárnosla.
Date: 2015-12-13; view: 343; Нарушение авторских прав |